Y fueron felices y comieron perdices. Happily ever after.
- Rebeca Gomez
- 3 mar
- 3 Min. de lectura
Las historias de amor de las pelis siempre acaban cuando empiezan. WTF?

Estamos acostumbrados a ver películas, series, libros... dónde la historia está centrada en el momento del enamoramiento: dos personas se conocen, se gustan, pasan cosas que quizás impiden que estén juntes y finalmente se hacen novies/ se casan /se prometen. Y ahí se acaba la peli.
Pero ahí es dónde empieza la peli de verdad, la peli de la realidad. Todo el momento del enamoramiento, del sí pero no, de los primeros miedos es importante, claro. Es fundamental para el vínculo que se genera después.
Lo que pasa es que lo difícil viene después, cuando la cosa se pone rutinaria, cuando el trabajo interfiere en la relación, o la familia. Cuando estoy cansada o me doy cuenta de que no tengo tiempo para todo lo que quiero hacer. Cuando una palabra de mi pareja me pone en guardia o me dispara un miedo. Y así ¿Como puedo ser feliz en pareja?
Al principio todo es fácil porque estamos encantadas y todo nos parece bien, porque no hay tiempo para preocupaciones. Seguramente porque os véis poco y hay mucha pasión y miles de temas de conversación y todo es interesante. Y además vemos a nuestro enamorado/a poco y nos mueve mucho (eso decía Joan Garriga). Vemos lo que queremos ver, proyectamos más que vemos: es decir que escogemos de esa persona lo que más nos gusta e ignoramos lo que no y además imaginamos que es lo que nosotres queremos que sea. Es un proceso normal y natural que nos ayuda a crear el vínculo necesario para después ser una pareja estable.
A los meses es probable que la cosa cambie porque podemos ver más al otro y porque las circunstancias externas interfieren más en la relación. Y además es posible que también las conversaciones sobre lo que cada uno quiere a largo plazo aparezcan.
Pues ¡bienvenidos a la vida real!
La vida real suele ser menos fácil y más árida que la ficción. También empiezan a aparecer las heridas de cada una: hay cosas que nos hieren y no sabemos muy bien como afrontar, aparecen las discusiones o las situaciones difíciles.
¿Y qué podemos hacer?
Hablar mucho de lo que nos pasa: sentarnos tranquilamente y decir qué situaciones se nos hacen difíciles o más incómodas. Por ejemplo si me cuesta encontrar tiempo para mis hobbies o si a veces me encuentro cansada para hablar o quedar.
Darnos cuenta de cual es nuestra dificultad sin ponerla en el otro: Si estoy cansado y la otra persona me insiste en quedar quizás acabo pensando que es muy pesada/o . No es que sea pesada es que yo estoy cansada.
Darnos cuenta de donde venimos y qué heridas se nos pueden activar. Si vengo de una familia en la que me han insistido mucho en hacer cosas pese a estar cansada o no tener ganas, la insistencia de mi pareja puedo sentirla como invasión, molestia... O si tengo tendencia a sentirme abandonado, cualquier "no" de mi pareja lo puedo percibir como un señal de que ya no quiere estar conmigo.
El conocerse a una misma siempre ayuda en este proceso porque aporta claridad y así estamos también más cerca de ver al otro y no solo de fantasearlo o de hacer de la relación una fantasía.
La terapia siempre es una buena idea en estos momentos que se nos mueven tantas cosas.
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